Porque escribir es viento fugitivo y publicar, columna arrinconada. Blas de Otero

domingo, 17 de julio de 2011

El desgarro

"LLums trencades", fotografía de María Holguera.

“Lo tienes clarinete” le dije a Inma sin pestañear. Ella se quedó pasmada y algo desconcertada, como si fuese la primera vez que alguien le llevaba la contraria. Pero a los pocos segundos se puso brava: “¿Es que no quieres follar conmigo?”, me preguntó. En ese instante hubiera preferido detener el tiempo y pensar con calma mi respuesta. La verdad es que la chica era un bellezón y de buena gana me la hubiera llevado al catre pero algo me decía que no era trigo limpio. Bueno, a decir verdad, eso ya lo sabía yo. Así que miré fijamente a esos ojazos negros y le contesté de manera lacónica: “No puede ser, el amor nos desgarrará”. Lejos de amilanarse, ella respondió con toda su artillería pesada: “¿Pero a ti qué coño te pasa, estás alelado o qué?”.

Conocí a Inma gracias a Jorge, un amigo de la facultad de historia. Nos presentó el verano pasado en un bar de Gracia durante las fiestas del barrio. Yo no suelo ir de jarana pero esa noche no tenía gran cosa que hacer y mi amigo insistió en vernos. Cuando llegué me encontré a Jorge acompañado de una morenaza. Enseguida comprendí que mi amigo quería fardar de pibón. Hablamos y bebimos sin tregua. Inma, que no paraba de darle al pico, se bebió hasta el agua de los geranios. Al cuarto o quinto gin tonic ya tropezaba con los bordillos de la plaza del Sol. Tuvo que ir varias veces al servicio. Aprovechando una de las ausencias de Inma, Jorge me miró extasiado y haciendo aspavientos con los brazos exclamó: “!Menuda chati, Pedro, es una Diosa!”.

La Diosa dio calabazas a mi amigo al cabo de unos meses. Lo último que Jorge supo de ella es que estaba viviendo con un artista polifacético del Raval. Jorge no lo pasó muy bien. Se refugió en sí mismo y volvió a ser el veinteañero indolente que conocí en la universidad pero con quince años más. ¿Todo por una mujer? No, exactamente. Poco después de recibir el puntapié de Inma su empresa presentó un expediente de regulación de empleo y se quedó en el paro. Compuesto y sin novia, Jorge se hizo un tatuaje en el hombro derecho de un símbolo tribal de la isla de Pascua y se fue de picos pardos a Ibiza. En apenas tres meses ya se había pulido la indemnización del despido. En fin, lo habitual en los tiempos que corren.

Hace un par de semanas recibí una llamada inesperada. Al instante reconocí la altiva voz de Inma. Me dijo que volvía de pasar unos días en Berlín y que no le importaría tomar unas cañas conmigo. Yo tenía mis reservas pero acepté la cita por matar la curiosidad. Quedamos en el Mirinda a última hora de la tarde. Ella llegó con veinte minutos de retraso y con toda la chulería del mundo. Al preguntarle cómo había conseguido mi número la muy ladina me soltó: “Un día trasteando en el móvil de Jorge le pillé al vuelo varios números, uno de ellos el tuyo”. Acto seguido, Inma empezó a cruzar las piernas en un vaivén erótico festivo que me tuvo engatusado un buen tiempo. Quise hablar de Jorge pero ella me cortó en seco. “Olvídate de tu amigo” dijo esbozando una sonrisa felina. Y siguió cruzando las piernas.

Mi café se enfrió y la cita se fue al garete. Inma dejó de cruzar sus esbeltas piernas. “Eres un infeliz que se deja guiar por estúpidos códigos de amistad” expresó a modo de sentencia final. Antes de marcharse, me hizo una pregunta: “¿Por cierto, qué querías decir con esa chorrada del amor nos desgarrará?”. “No te preocupes, es sólo una canción” respondí.

Pedro Luna Antúnez.

sábado, 16 de julio de 2011

Knockemstiff


Reseña de "Knockemstiff" de Donald Ray Pollock para #bookcamping

Donald Ray Pollock es un héroe de la clase obrera. Tras haber estado trabajando durante treinta y dos años en una fábrica de papel, se ha convertido en una de las revelaciones literarias más impactantes de la nueva prosa yankee. Sin embargo, no estamos hablando del sueño americano. La literatura de Ray Pollock está poblada de perdedores, de padres alcoholizados y maltratadores, de madres adormecidas por la tele basura, de jóvenes consumidos por el speed, de violadores, de analfabetismo emocional y del lumpen más desclasado y ultraviolento. No hay posibilidad de redención. Ray Pollock retrata el pueblo donde nació y creció, Knockemstiff, sin tapujos ni miramientos, lo hace a bocajarro. Es la América de los "redneck" y de la "white trash". Es la América real que jamás nos enseñó el cine de Hollywood. Pero no es sólo América. Cómo afirma Kiko Amat en un prólogo impecable, Knockemstiff es un pueblo de Ohio pero bien podría ser "una fiel representación de todos los pueblos de su calaña que hay en EEUU. Y también en Rusia y en la meseta castellana, y en medio del Prepirineo catalán, y en cualquier parte donde existan el aislamiento, el analfabetismo, la desperación, la vergüenza, la culpa, la violencia..". Sin ir más lejos, bien podría ser nuestro propio barrio.

Pedro Luna Antúnez.

domingo, 10 de julio de 2011

Los solitarios

La foto del anuario escolar de Thomas Pynchon.

En este mundo de la farándula en el que vivimos hoy quiero recordar a los solitarios. Pienso en JD Salinger y en Thomas Pynchon, pero también en el Pío Baroja recluido en su casa de Vera de Bidasoa. Pienso en los cascarrabias y en los anacoretas, en aquellos que eligieron una vida lejos de la fanfarria y del bullicio. Los medios de comunicación e incluso la crítica literaria nos han vendido el estereotipo del bicho raro cuando se trataba de escrutar una novela como El guardián entre el centeno. La novela de los psicópatas, decían, la que llevaba Mark David Chapman cuando le descerrajó cuatro tiros a John Lennon. Casi condenan a JD Salinger. Normal que no quisiera fotografiarse en público. Hace unos años cogí prestado de la biblioteca del barrio una biografía de JD Salinger escrita por su hija Margaret. Afirmaba que su padre era un egoísta y un iluminado. ¿Y aún siendo cierto por qué sacar los trapos sucios de la familia en un libro cuando su padre jamás quiso saber nada del mundo? Por dinero, claro. Un buen puñado de dólares hace que una hija venda a su padre. Ese es el mundo en el que vivimos. Maldita sea. Ignoro si a Thomas Pynchon la familia le ha tratado mejor. La opinión pública desde luego no. ¿Por qué en la Wikipedia afirman que el autor de El arco iris de gravedad padece una “extrema fobia social”? Ese es un diagnostico grave, la fobia social es un trastorno psicológico importante. Son sandeces que uno suele leer a menudo en Internet. Como jamás se dejó entrevistar en el show de David Letterman pues resulta que está enfermo. La crítica siempre ha ido a degüello contra él. “Parece una tostadora” escribió el crítico literario de la revista Time sobre Contraluz, una de las últimas novelas de Thomas Pynchon. ¡Zas, en la boca te daba yo a ti! De Pío Baroja siempre se ha dicho que era un tipo más bien huraño y reservado. Es posible que fuera misógino. Por ejemplo, a Don Pío jamás se le conoció novia alguna ni un triste romance sentimental. Hay que ser raro de la hostia, claro. Él prefería contar historias sobre las guerras carlistas o el hampa madrileño de principios del siglo XX. Pero gracias a tal rareza podemos disfrutar del centenar de novelas que nos dejó el viejo de la boina. A mí me caen muy bien los solitarios. Aquellos que de manera muy austera vivieron y viven sin estridencias ni grandes lujos. Una casa y una mujer. Poco más se necesita. Éramos bolcheviques pero sentíamos envidia sana, y en ocasiones no tan sana, de aquel doctor Zhivago que escribía los poemas a Lara en Varykino. Sentíamos devoción por Julie Christie. “En Rusia la vida privada no existe, la historia la ha matado” le soltó el feroz Strelnikov al poeta. Esa fue la denuncia de Boris Pasternak. De todas formas, siempre me ha costado entender la psicología del pueblo ruso. Lo que sí entiendo es que ésta sociedad es un despropósito y que con cierta frecuencia es necesario y saludable echarse al monte y apartarse un poco de la corriente. No vaya a ser que nos dejemos ir por ella y nos aboque a la estupidez.

Pedro Luna Antúnez.