Porque escribir es viento fugitivo y publicar, columna arrinconada. Blas de Otero

viernes, 27 de julio de 2012

Vacaciones de mierda

El mismo día que el Instituto Nacional de Estadística publicaba la EPA (Encuesta de Población Activa) del segundo trimestre de 2012, millones de españoles comenzaban sus vacaciones. Yo soy uno de los afortunados. Yo y algunos millones más. Pero no tantos. Según la EPA, la población ocupada en España es actualmente de 17.417.300 personas. Obviamente, no todos empiezan las vacaciones hoy. Entre otras cosas porque algunos millones las hicieron en julio. Otros las harán partidas durante agosto y otros muchos sencillamente no tendrán vacaciones. Algunos incluso tendrán un mes completo de vacaciones pero no podrán disfrutarlas porque no habrán cobrado la paga extra de verano o porque con el sueldo que cobran apenas les llegará para comer y pagar la hipoteca.

Es posible que existan despistados que aún no se hayan percatado de un detalle: ya no vivimos en aquel Estado del bienestar que nos garantizaba a todos un merecido mes de vacaciones. La pérdida del poder adquisitivo y la precariedad laboral han contribuido a que millones de españoles vean pasar el verano desde su balcón o a que sigan trabajando porque carecen de un derecho tan simple como el de disfrutar de un mes de vacaciones. Pero hay quienes están en peor situación. Si me remito a la EPA publicada hoy, en España ya hay 5.693.100 parados y la tasa de desempleo ha alcanzado su techo histórico con un 24´63%. A todos ellos ya les gustaría poder trabajar en agosto aunque fuese cobrando el salario mínimo interprofesional y sin derecho a vacaciones.

Cuando lleguemos a mediados de agosto “España será una fiesta” según los titulares de la prensa. Eso nos quieren hacer creer, que a pesar de ciertos sacrificios en este país se vive muy bien y que sus ciudadanos son profundamente felices por ello. Pero para la inmensa mayoría estas vacaciones serán una mierda. E insisto, parece que algunos no se quieren dar cuenta de la realidad social del país en el que viven. Esta misma tarde he recibido un correo electrónico de una organización política de izquierdas deseando unas buenas vacaciones a toda la militancia y avisando del cierre de la sede nacional durante todo el mes de agosto. Es decir, la lucha sigue compañeros. Pero en septiembre.

Pedro Luna Antúnez.

miércoles, 25 de julio de 2012

Pacto fiscal

Dice Artur Mas que gracias al Pacto Fiscal se resolverán casi todos los problemas de Cataluña. Supongo que en ese “casi” no incluirá, por ejemplo, el elevado fraude fiscal, los desahucios, el paro o unas tasas de pobreza infantil en Cataluña cercanas al 24%. El gobierno de la Generalitat es un elogio a la desfachatez y a la doble moral. Ha sido el fiel escudero del PP en la demolición controlada del Estado del bienestar. Decretos del gobierno central como el de la Reforma Laboral, los recortes en la prestación del desempleo y en el salario de los empleados públicos, la subida del IVA o la amnistía fiscal, recibieron los vítores más entusiastas desde la bancada convergente en el Congreso. Esas medidas han supuesto el empobrecimiento generalizado de la población española. También de la catalana, ya muy pauperizada desde que CiU inició su particular cruzada contra los servicios públicos en Cataluña, siendo el primer gobierno autonómico en aplicar el copago sanitario o adelgazando las ayudas a la renta mínima de inserción para los parados sin recursos económicos.

Hoy, a pocas horas de solicitar una línea de crédito al Estado, el Parlament de Catalunya ha aprobado una propuesta de pacto fiscal basada en el concierto económico para Cataluña. Es decir, en una agencia tributaria propia. No es ninguna novedad. El objetivo de una Hacienda catalana es una vieja reclamación del nacionalismo catalán sustentada en un supuesto expolio fiscal del Estado contra Cataluña. El recrudecimiento de la crisis hizo que el nacionalismo recuperase la demanda del concierto económico como cortina de humo para ocultar, y en ocasiones justificar, los recortes sociales en Cataluña. En este sentido, un lema como el de “Espanya ens roba” ha sido repetido de manera incesante por la cohorte del nacionalismo catalán formada por CiU-ERC y un tropel de nuevos partidos inspirados en el nacionalismo padano como Solidaritat Catalana per la Independencia, Reagrupament o Democracia Catalana del mediático Joan Laporta. Lo cierto es que el nacionalismo supo hegemonizar el debate social y el pacto fiscal pasó a erigirse en el eje central de discusión política en Cataluña.

Cataluña ya dispone de una propuesta para el pacto fiscal. O mejor dicho, el nacionalismo ya dispone de su propuesta. Que el pacto fiscal pueda ser una realidad en el futuro poco importa, la verdad. Desde una perspectiva social, el sistema fiscal es injusto y regresivo en España. Pero en Cataluña no sería muy diferente. Se trata únicamente de cambiar de gestores. El verdadero expolio, el que cometen las rentas altas contra la clase trabajadora, no sufrirá merma alguna porque no hay voluntad política para ello. Ni en España ni en Cataluña. Básicamente, seguiremos igual. Para finalizar, un último apunte. Cuesta creer que ICV-EUiA haya apoyado la propuesta sin la inclusión en el texto de un pacto social que apostara por la lucha contra el fraude fiscal, por una fiscalidad progresiva y por la solidaridad interterritorial. Tampoco es una novedad que la izquierda se haya dejado subsumir de nuevo por el nacionalismo de derechas.

Pedro Luna Antúnez.

domingo, 22 de julio de 2012

El marasmo

Un domingo por la tarde es un buen momento para desempolvar los viejos volúmenes de nuestra biblioteca y releerlos por encima mientras saboreamos un buen café. Por ejemplo, esta tarde he vuelto a leer algunos pasajes de un ensayo que Miguel de Unamuno escribió en 1895. Su título: Sobre el marasmo actual de España. Pensaba hallar en el análisis de Unamuno de la España de finales del siglo XIX ciertas similitudes con la situación política actual. Hallé algo más que simples coincidencias cuando Unamuno se refería a la “honda crisis que atravesaba la sociedad española” y a que había “en su seno reajustes íntimos, vivaz trasiego de elementos, hervor de descomposiciones y recombinaciones, y por de fuera un desesperante marasmo”, que no conducía sin remisión al “espectáculo deprimente el del estado mental y moral de nuestra sociedad española”. Finalmente, Unamuno se refería a la prensa como una “una verdadera balsa de agua encharcada, vive de sí misma; en cada redacción se tiene presente, no el público, sino las demás redacciones; los periodistas escriben unos para otros, no conocen al público ni creen en él”. Una prensa que en definitiva adolecía de “verdaderos periodistas”.

La radiografía que Unamuno hizo de la España de 1895 no difiere demasiado de la que podríamos hacer de la España actual. La parálisis política e institucional, el adocenamiento de la prensa oficial, el caciquismo y el despotismo, la corrupción como algo inherente al propio sistema, la desfachatez de una monarquía obsoleta y parásita así como la podredumbre moral de la clase dirigente y de las élites financieras y económicas, siguen siendo moneda común hoy en día en España. Ésas son las taras de serie de un sistema, que si bien ha podido cambiar las apariencias y ser más o menos indulgente según el contexto histórico, sigue siendo el mismo que nos gobierna desde hace siglos. Con honrosos paréntesis como fue el de la Segunda República.

Nos han hecho creer que vivíamos el periodo democrático más duradero y estable de la historia de España, en un país moderno y socialmente avanzado, en una democracia parlamentaria consolidada fruto de una transición que fue modélica y el espejo para aquellos países avanzaban hacia la libertad. “La marca España triunfa en el mundo” nos decían cada vez que Induráin ganaba el tour de Francia o cuando por fin alzamos victoriosos la copa del mundo de fútbol. Decían que habíamos dejado atrás la España cabizbaja y acomplejada, la de La moral de la derrota del regeneracionista Luis Morote o aquella que Antonio Machado definió, entre otras lindezas poéticas, como país de “charanga y pandereta…devota de Frascuelo y de María, de espíritu burlón…vieja y tahúr, zaragatera y triste”. Sin embargo, esa España que poetizó Antonio Machado jamás desapareció. El fracaso del Estado moderno y de la ilustración en nuestro país o la posterior quiebra democrática y cultural de 1939, han hecho que la historia de España continúe explicándose como un eterno retorno hacia la miseria económica, el atraso cultural y la indolencia política.

Pedro Luna Antúnez.