Porque escribir es viento fugitivo y publicar, columna arrinconada. Blas de Otero

domingo, 14 de julio de 2013

Migajas en el camino

Queríamos un proceso constituyente y ¡zas!, ya lo tenemos. Pero es el proceso constituyente de ellos, de los que llevan siglos dirigiendo muestras vidas. De aquellos que nos trajeron en volandas la primera restauración borbónica, la dictadura, la dictablanda, de nuevo la dictadura, la segunda restauración borbónica, de nuevo la dictablanda y ahora toca la tercera restauración borbónica. Ésa ha sido la hoja de ruta en los últimos doscientos años de la que Max Weber definió como la “oligarquía eterna española”. Una oligarquía camaleónica que supo adaptar sus intereses económicos al contexto histórico y político que le tocaba vivir. Ya fuese para ser liberales, conservadores, fascistas o constitucionalistas. Decía Michael Corleone en la tercera parte de El Padrino que los políticos y banqueros que llevaban siglos gobernando Italia eran la verdadera Mafia: Don Lucchesi y la Banca del Vaticano, aquello de las finanzas son un arma y la política es saber cuándo apretar el gatillo. Pues eso es lo que hay.

La izquierda debe echarse a la calle. Claro que sí. Pero no al compás ni a rebufo de los titulares de la prensa del sistema. Ser cooptados por el proceso constituyente de las oligarquías eternas es un riesgo que corremos, especialmente cuando seguimos pensando más en clave electoral que de ruptura con la cultura política de la transición. Porque el problema no es la corrupción; es el Régimen. Porque el problema no es que hayan o no elecciones anticipadas. Las elecciones son una estafa derivada de un sistema electoral que es uno de los mayores fraudes democráticos de aquella transición modélica que treinta y cinco años más tarde vemos que no era tan modélica. El problema, en definitiva, es la pervivencia de un Régimen que ha adoptado diferentes ropajes durante siglos y que aspira a un nuevo reparto del pastel. Quizás nos dejen algunas migajas.

Nos seducirán con lisonjas y sondeos electorales. Nos dejarán las migajas por el camino como en un cuento de los hermanos Grimm. Pero solo hay dos caminos: reforma o ruptura. La reforma significa gestionar las migajas del Régimen, y ese escenario es invariable, ya sea con 11, 40 o 60 diputados. La ruptura significa la construcción de un nuevo modelo de sociedad, significa recuperar aquel paréntesis democrático que representó la República de 1931, y significa soltar lastre con un Régimen que ha abocado a millones de personas a una miseria estructural. Hoy, a 224 años de la toma de la Bastilla en la Francia revolucionaria, nosotros debatimos el inicio de un proceso constituyente que nos conduzca a la libertad. Llevamos más de dos siglos de retraso. Solo espero que en esta ocasión sepamos elegir bien nuestro camino.

Pedro Luna Antúnez.

domingo, 7 de julio de 2013

Diego Cañamero

Lo leí en un artículo del amigo Jesús de agosto del año pasado. Hablaba de Diego Cañamero, del sindicalista andaluz mil veces vilipendiado por la prensa del régimen y mil veces detenido por sus fuerzas represivas. La historia es la siguiente: hace unos años Diego Cañamero participaba en un piquete informativo en el transcurso de una huelga cuando el hijo de un terrateniente se presentó ante él y le apuntó con una escopeta. A cualquiera le habrían flojeado las piernas. Sin embargo, Diego sin apenas pestañear miró orgulloso al señorito y le dirigió la siguiente advertencia: “si me vas a pegar un tiro lo vas a hacer conmigo parado, porque yo no corro como un conejo”.

Hace dos días el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía dictó una orden de detención contra Diego Cañamero. No es la primera vez. El sindicalista del SAT ya ha sufrido unas cincuenta detenciones, se han celebrado sesenta juicios contra él y en cinco ocasiones ha pisado la cárcel. Por otro lado, el SAT tiene el “honor” de ser el sindicato más represaliado de Europa. Medio millar de sus militantes han sido procesados, la justicia les reclama 400.000 euros en multas y se han llegado a pedir 50 años de prisión por la ocupación de fincas y tierras así como por haber participado en la marcha solidaria “Andalucía en pie” el verano pasado. El objetivo no es otro que el de amedrantar a quién cuestiona el actual sistema político y económico. A quien cuestiona el régimen.

Diego Cañamero fue alcalde de El Coronil, un pueblo de la campiña sevillana a orillas del río Guadalate. Como otros tantos pueblos andaluces, El Coronil es un municipio castigado por el desempleo, cuya tasa supera el 30%. Pueblos que forman parte de esa España olvidada en un rincón de la historia y donde la pobreza la han heredado los hijos de sus padres. Así generación tras generación. Pero a la vez que la pobreza entraba por la puerta, crecían la dignidad y el orgullo de un pueblo. Por eso, Diego Cañamero tras conocer hace unas horas su orden de detención, reaccionó como lo hizo años atrás cuando el hijo de un señorito le amenazó con pegarle un tiro: “No voy a salir corriendo, ni pienso esconderme”.

Como ocurre con los cinco anarquistas de Sabadell, Diego Cañamero es un activista molesto para el régimen. Para el régimen e incluso para ciertas coordenadas de la izquierda institucional. A los anarquistas de Sabadell los han proscrito por libertarios; a Diego Cañamero por representar un sindicalismo alternativo con un marcado perfil andalucista lindante al independentismo. Y yo, que no soy anarquista aunque cada día me siento más libertario, y yo, que aún teniendo orígenes andaluces tampoco soy nacionalista, ni de Andalucía ni de ningún otro lugar, siento a los anarquistas de Sabadell y a Diego Cañamero como mis compañeros de lucha. Tan cercanos como necesarios. Será porque últimamente, aquellos con quienes no comparto afiliación política y sindical son los únicos que están dando la cara.

Pedro Luna Antúnez.