Porque escribir es viento fugitivo y publicar, columna arrinconada. Blas de Otero

miércoles, 3 de mayo de 2017

Banderas de plástico


Es ecuatoriana y tiene 26 años. Desde hace año y medio trabaja en una conocida franquicia de cafeterías, diez horas al día y seis días a la semana, incluidos los fines de semana y festivos. Sin apenas días de descanso y sin saber lo que es un día de vacaciones tampoco cobra las horas extras y posiblemente dentro de unos meses dejará de trabajar en el establecimiento cuando ya no le prorroguen más el contrato de formación que le hicieron en su día. Aquella mañana María Elena se sentía algo abatida pensando en la incertidumbre que se cierne sobre su futuro y cómo saldría adelante sin los 900 euros que gana actualmente. De repente, una voz madura le exige un café con leche que había pedido minutos antes: Niña, date prisa. Es un día festivo y la cafetería está llena de clientes, las camareras no dan abasto y las tazas de café se acumulan en la barra. Algunos clientes apremian a María Elena y al resto de sus compañeras. Son las once y media y en breve empezará la manifestación. Es el 1 de mayo: día de la clase trabajadora.

Suena la música de Novecento de fondo y centenares de manifestantes portando banderas de plástico se agolpan en las primeras filas de la comitiva. El ambiente es festivo y hace un buen día a ratos. Muchos de los asistentes llevan el pecho repleto de pegatinas a la vez que corean lemas contra el gobierno y la reforma laboral. El ritmo es pausado y la marcha se para en ocasiones, momento que es aprovechado para realizarse las fotos de rigor. Sin embargo la manifestación no se alarga mucho más y escasamente 20 minutos después finaliza a la espera de los mítines de los dirigentes sindicales. En realidad más que una manifestación ha sido un paseo matutino por el centro de la ciudad. Tras los discursos se llenan los bares de la zona y mientras los camareros con contrato precario corren a servir las mesas, se escuchan algunas conversaciones telefónicas: Cariño, estoy de tapeo con unos compañeros del sindicato y volveré más tarde, no me esperes para comer.

El 1 de mayo se ha convertido en una festividad que aúna el imaginario clásico del movimiento obrero con una muy previsible movilización que apenas conecta con los sectores más jóvenes y precarios y casi exenta de carga reivindicativa más allá de los componentes históricos y simbólicos. Como si se tratase de cumplir un trámite del calendario. Desde las tribunas sindicales siempre se emplaza el 1 de mayo a endurecer las movilizaciones contra el gobierno y las patronales, como si esta vez definitivamente se les hubiese agotado la paciencia. Así hasta el año que viene. Quién sabe si dentro de un año se habrán multiplicado las terribles estadísticas que sitúan actualmente el paro juvenil en un 40% y la temporalidad laboral en un 90% según los contratos firmados en 2016. O quién sabe si al cabo de unos años ya todos seremos precarios.

Creo que habría que repensar el 1 de mayo. Parece paradójico pero cada vez más gente trabaja el 1 de mayo y lo hace en peores condiciones. Toda una masa de trabajadores precarios que ni siquiera pueden asistir a las manifestaciones del 1 de mayo por estar trabajando y haciendo horas extras que no cobrarán. No fui a la mani del Primero de Mayo porque tenía que trabajar escribió Isaac Rosa en un artículo que resume de manera muy acertada cómo la precariedad laboral ha ido extendiendo sus redes hasta abarcar la centralidad del mercado de trabajo. Frente a este contexto de pauperización de nuestras condiciones de vida no podemos seguir actuando como si aún viviéramos en la quimera del Estado del bienestar. Las organizaciones sindicales y de la izquierda política deberían de tomar el pulso a esta nueva realidad y hacer, no sólo del 1 de mayo sino de la movilización permanente, un punto de encuentro con las necesidades y reivindicaciones de la clase trabajadora más precarizada. Aprovechar el ciclo de movilizaciones para impulsar campañas de sensibilización y solidaridad hacia quienes, por ejemplo, no pueden organizarse sindicalmente, convocar huelgas o simplemente asistir a las manifestaciones del 1 de mayo.

Pedro Luna Antúnez.